UN ESPACIO QUE GANA LA CULTURA, LO PIERDE LA VIOLENCIA: ALBERTO VÁSQUEZ SÁNCHEZ

Director y fundador del grupo Oaxaca, arte, fiesta, tradición, caravana cultural que recorre el país y el mundo

 

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Héctor Cobá

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Fotos: Héctor Cobá

 

Hay que fortalecer el puente entre el pasado y el presente para que los jóvenes conozcan nuestra cultura, hay que darles elementos para tener el conocimiento y valorarla. Un espacio que gana la cultura es un lugar que pierde la violencia, sentencia el nómada cultural (Tlaxiaco, Oaxaca, 1962): Alberto Vásquez.

Gran platicador, lleno de amor por las expresiones artísticas y culturales. Afable lejos del engreimiento personal gratuito, gracias a sus influencias y vivencias gozadas en su infancia y adolescencia.

Artesano popular como su padre Félix Vásquez Pacheco (QEPD) y su abuelo paterno Joaquín Vásquez Pacheco (QEPD), éste le enseñó todo lo relacionado con la cultura; los tres hicieron soldaditos de plomo, él continúa con esa artesanal labor. Valiosa que le ha permitido sus piezas de plomo, de antimonio y de metal mariposa se expongan en el Museo de la Miniatura, en París, Francia, así como en espacios mexicanos.

Sus triunfos no lo obnubilan; reflexiona; primero, es difícil mantener una tradición en esta época; segundo, son más de 62 años, entre mi padre y yo, y entre los tres, mi padre, mi abuelo paterno, mi hermana, mi hermano y yo, ya son más de 100 años de la creación de figuras en miniatura.

Lo sencillo del personaje aflora por los poros de su piel, sin magnificar dos estrellas de la música y la cinematografía, paisanas suyas: Yalitza Aparicio (nominada al Oscar por la película Roma) y Lila Downs, esta última, vecina suya en su pueblo natal. En su vasto quehacer se incluye la ilustración con sus figuras de páginas de los libros de texto gratuito, que se usan en las escuelas primarias del país.

Coleccionista de discos de acetato, de libros de música de los estados y municipios de México (favorito entre sus favoritos), y de muchas cosas. Su formación musical nace al ver pasar muchas personalidades por la puerta de su casa, entrar al taller de elaboración de miniaturas de su padre, ¿quién es ese que vino? No sé papá responde, a punto de cumplir 10 años de edad. Su progenitor lo reconviene, “fíjate bien muchito*, es don Ramón Valdez, hermano del Loco Valdez, no te me atontes, avívate para la próxima”.

Mi papá tenía un puesto que le había dado (Gustavo) Díaz Ordaz el presidente de México, él le dio el permiso por decreto presidencial, sobre la calle Ayuntamiento esquina San Juan de Letrán para que ahí vendiera los soldaditos de plomo, a escasas cuadras de Radio Centro, en la calle Articulo 123, y a unos pasos de la XEW.

Allá llegaban los artistas a dejar encargados sus instrumentos sus maletas, sus pertenencias, sus cosas, que nos dejaban como si fuera paquetería, sin cobro. Mi padre me decía este veliz es del poeta (Ricardo “el vate”) López Méndez, nacido en Izamal, Yucatán.

“Allá van pasando Agustín Lara, María Félix”; pasaban, caminaban sobre San Juan de Letrán. También llegaba a visitarnos don Andrés Henestrosa, el caricaturista RAM, nacido en Tlaxiaco; el conductor Guillermo Ochoa.

Llegaban los artistas a visitar a mi papá, a comprarle sus soldaditos de plomo, al puesto. Nosotros vivíamos por Santa Fe, allá por Tacubaya, en la delegación Álvaro Obregón. Incluso, una vez, Prieta Linda encargó sus cosas, y de regreso le compró a mi papá unas piezas, deme esos gallitos y estos… Ahí me fui retroalimentando.

Interminable era el desfile, de los artistas de moda de los 60’ y 70’, al taller paterno: Mariano Mercerón, Los Dandys, Los Ases, “el samurái de la canción” Pedro Vargas, y José Alfredo Jiménez.

Travieso y buen cuenta chistes maldosos y pícaros, su historia la entrecruza con anécdotas diferentes sin precisar el año, lo que no menoscaba el valor de los relatos de este hijo de Clío.

Las visitas de los connotados eran inevitables; una, porque mi papá era un buen bohemio, y al tener su taller cerca del palacio de Bellas Artes, muy cerca de emblemáticos lugares como el Bombay, el Savoy, Garibaldi, el teatro Blanquita, el teatro Vizcaínas. Los artistas amigos llegaban después de las dos de la madrugada. Mi papá tenía buen mezcal, si había hambre mi mamá hacía tortillas a mano, recién hechas eran devoradas por las ilustres visitas.

Mi abuelo murió a los 95 años, él nunca estudió, fue autodidacta como yo; él andariego, con él conocí el estado de Oaxaca (sus 570 municipios), con mi progenitor el país.

Una vez llevé algunas piezas al maestro chiapaneco Jaime Sabines; eran las 16 horas y el poeta salió en calzoncillos y su playera Zaga, jugaba a tirar los soldaditos de plomo con una canica de bronce, en la mesa, me regaló uno de plomo y me dijo, dentro de un año deberás tener una colección de estos. La casa del bardo aún existe en la calle de Donceles con Bolívar, en la Ciudad de México.

Soldado que perdí con mi padre, al no tener uno que le encargaron, lo entregó al cliente, mi papá comentó “luego te lo repongo”, cosa que nunca hizo. Esa fue la última vez que vi la figura, regalo del gran poeta Jaime Sabines

 

Peregrino cultural

Dueño de una enorme bonhomía, buen caminante calma la sed de cultura por donde pasa; la lectura de los libros de música le deja infinitos conocimientos que afloran en la presentación de los números musicales de la producción Oaxaca, arte, fiesta y tradición. Como un saco a la medida, conduce con una naturalidad las actividades musicales y artísticas que acarrea estado por estado, municipio por municipio, organizadas por el grupo cultural, que él comanda: Oaxaca, arte, fiesta y tradición (que tiene 30 años de llegar a las diversas latitudes mexicanas), en la que sobresalen una muestra de productos oaxaqueños, de la tierra, minería; su gastronomía, danza, canto y música todo con el sabor oaxaqueño para rematar con el impresionante espectáculo Oaxaca y la Guelaguetza (divididos en ocho regiones: Costa, Valles Centrales, Sierra Norte, Sierra Sur, Región Mixteca, Región de la Cañada, Tuxtepec y el Istmo de Tehuantepec).

En Campeche estuvo desde el 22 de marzo hasta el 8 de abril/en el parque Campeche, frente al Casino de Campeche/-, como antes lo fue en Cancún, para dejar tierras campechanas e irse a Playa del Carmen, Quintana Roo; Cuautla, Morelos o a Manzanillo, Colima.

Oaxaca, arte, fiesta y tradición se traslada en tres tráileres, con los productos como nieve de pétalos de rosa, de leche quemada; chocolate, chapulines, café, quesillo, mole negro, rojo y amarillo; aretes de filigrana, con baño de oro, joyería de ámbar, chaquira y acero inoxidable; alebrijes, barro negro; las personas en dos autobuses.

El programa cultural es abierto a todo público y sin costo alguno, con danzas, exhibición de danzón y conciertos de música de Oaxaca; talleres, conferencias y documentales, todo esto en el marco de la exposición y venta de artesanías, exposición de ropa típica y opciones de disfrute de la gastronomía oaxaqueña.

Todo el montaje dura dos días, cada 15 días vamos a otro municipio, a veces extendemos la estancia una semana más, a petición del público, así hemos recorrido el país y parte del extranjero. La caravana ha llegado a los Estados Unidos y China (2006), al norte de Beijing, invitado por la comunidad china en México y China.

Con lo anterior se logra el principal objetivo de esta cruzada cultural: acercar a las diversas ciudades y municipios que conforman la República Mexicana la cultura del estado de Oaxaca a través de su música, danzas, talleres, conferencias y expo venta artesanal y gastronómica.

 

De Tlaxiaco a la Ciudad de México

Sus abuelitos maternos eran Agustín Sánchez Mirón y Consuelo Pacheco Riveros, el primero desde Puerto Acapulco traía bestias hasta la ciudad de Oaxaca con cortes finos de tela, que venían en la Nao de China, con 25 bestias iba de pueblo en pueblo, cuya mercancía se cambiaba, recibía pan por tela, después cambiaba el pan por una gallina, nunca recibía dinero, sólo trueque. Así sostuvo a ocho hijos.

En la casa de estos abuelos, se elaboraban velas y veladoras para iluminar todo el pueblo de Tlaxiaco, ya que era la única fábrica. Existía un taller de cobijas, sarapes, cotones y cotorinas, mi abuelo era el fabricante, en los productos se plasmaban figuras del Calendario Azteca, quetzales, pavorreales, entre otras. Siendo muy niño me permitió conocer cómo se elaboraban con tintes naturales, que se extraían de las plantas, lo que me permitía jugar entre hilos y colores. Esa casa se ubica en el barrio de San Nicolás, numero 20 de la calle Magnolias, en la ciudad de Tlaxiaco, Oaxaca.

En ese ambiente crecí porque mi padre de 22 años sufrió un accidente en el que sufrió la amputación de los dos pies ya que él era ayudante de maquinaria pesada, de mecánica, en la construcción de la presa Miguel Alemán, en Temascal, en Tuxtepec, lejos de la familia. Así regresó a Tlaxiaco, siete meses después estar hospitalizado.

Mi mamá Ofelia Sánchez se convirtió en el sostén de la familia y la casa, agarra confianza y va al tianguis el día de plaza porque mi abuelo no podía, lleva una canasta con productos diversos para venta al menudeo; en algunas ocasiones los productores que llevaban camiones Tortón, que llegaban de las ocho regiones de nuestro estado, confiaron en mi mamá para ser la intermediaria entre mayoreo y menudeo de los productos (tamarindo, coco, mango y durazno) que provenían del estado de Oaxaca, de Puebla y Tlaxcala, los viernes y sábados días de plaza en Tlaxiaco.

 

Ella no almacenó grandes fortunas, pero si obtuvo el recurso para llevar a mi papá, de Tlaxiaco a la ciudad de México, con el fin de conseguir una prótesis y apoyo psicológico. Con los pies amputados y le fue difícil adaptarse a la vida que llevaba mi madre como comerciante. Por eso mi madre, vivamente, se va a la ciudad de México, en el año de 1963. A mí me dejan con los abuelos casi siete años.

Mi padre con trabajo se podía mover, y mi madre decide dejar Tlaxiaco para buscar apoyo psicológico, ya que no se soportaba él mismo, al faltarle sus pies, mutilados en el accidente, se logró un poco, pero la situación económica varió, no era lo mismo comenzar de nuevo sin local ni proveedores.

 

En la ciudad de México mi papá buscó el consejo del doctor Mijangos, director del INI (Instituto Nacional Indigenista, -hoy denominado CDI: Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas-) por esos años, quien había estado en Tlaxiaco como delegado de ese instituto; éste le sugirió que porque no volvía a retomar el trabajo que él sabía y que hacía con una destreza muy importante, que retomara la herencia de su papá, mi abuelo, el papá de mi papá se llamaba Joaquín Vásquez; era el que hacía los trabajos de talla en piedra; grabados en piedra, que en un futuro él se convirtió en artesano, vaciaba el metal. Él hacía los milagritos que se dan en las iglesias y santuarios; por ejemplo, las piernitas, los corazoncitos. A su llegada a Tlaxiaco, a principios de 1900, de un español, don Félix Muro, que lo motivó a hacer los soldaditos de plomo, que jugaron los niños hace mucho tiempo.

Con el tiempo no sólo fueron soldaditos de plomo, fueron maquinitas; juguetería para las niñas: planchitas, burritos, estufitas, comedores alacenas, una gran diversidad. Después mi papá comenzó a hacer héroes nacionales como (Emiliano) Zapata, Francisco Villa, Benito Juárez, (Miguel) Hidalgo; hasta la fecha es lo que venimos haciendo dos hermanos, una hermana (Teresa), un hermano (Edmundo) y yo; venimos trabajando, conservando la identidad artesanal. El alma de México, lo que da presencia a la familia Vásquez Sánchez en Tlaxiaco.

 

Relaciones presidenciales

Los soldaditos de plomo y otras figuras de mi padre llegaron al escritorio presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, quien al verlas expresó “que hermosas piezas, nunca había visto algo así. Apárteme todas estas y toda su producción”. ¿Cuánto es? Fui testigo a los pocos días de llegar a la entonces capital del país, en septiembre de 1968.

Tras recibir el encargo de las figuras y pagarlas, preguntó a mi padre ¿cómo te ayudo?, y éste responde: que con un permiso para vender en el centro de la ciudad, en el cruce de San Juan de Letrán y Ayuntamiento,  cerca del palacio de Bellas Artes, muy cerca de emblemáticos lugares de diversión como el Savoy, Garibaldi, teatro Blanquita, el teatro Vizcaínas. El permiso se otorgó a los ocho días de solicitado.

Al taller paterno llegaban en la noche muchos artistas, mi padre era bien bohemio; a Álvaro Carrillo** lo vi a mis ocho años de edad. Mi padre me preguntó ¿sabes quién es el que salió? No, respondí. Es el compositor de boleros de la costa chica de Oaxaca, nuestro paisano, ponte abusado, fíjate en la gente.

Muchos personajes de la farándula convivían con mi papá que era todo un bohemio, con todas sus letras, incluso tocaba la guitarra. A él siempre le gustó la buena bohemia y el tequila. Nunca pudo superar el buen beber, el buen comer y el buen comercio.

El maestro Juan Nery del Trío Los Ases, Los Dandys, Oscar Chávez, todos ellos disfrutaron las aromáticas tortillas recién hechas a mano, en la madrugada, cuando llegaban los amigos bohemios de mi padre, quien destapaba buen mezcal.

José Alfredo Jiménez era alguno de los personajes ilustres que encargaban sus pertenencias; al cubano que fomentaba el danzón y la música cubana Mariano Mercerón, le fabricó un saxofón de miniatura.

En ese mundo llegó el permiso por decreto presidencial de que mi papá podía vender sus figuras en cualquier lugar que deseara de toda la república mexicana, de por vida. También otros presidentes compraron algunas de mis piezas.

A caminar de nuevo

Aunque se superó un poco la cuestión psicológica entre mi padre y mi madre, a él le costaba trabajo moverse de un lado a otro, llegó un paisano que le dijo, te voy a hacer una prótesis para que te puedas mover, hijo de la chingada; nunca he hecho una, pero veo que eres una persona activa. A ver hijo de la chingada, te enseño a hacerla para que puedas caminar sin muletas.

El amigo elaboró la prótesis, dos pies de fibra de vidrio, tres veces mi papá le dijo al fabricante que le lastimaba y se las mejoraba, hasta que le dijo a mi padre, “tú también eres artesano, sabes, mejor repárala tú a tu gusto, hasta que te queden bien”, así lo hizo y las dejó cómodas. En esas fechas llegaban personas para que le hagan las prótesis, mi padre aprendió a hacerlas muy bien y no cobraba por ese trabajo.

Por eso un señor llegó desde Paracho, Michoacán, trajo una guitarra, en la parte donde se afina decía capitán. Comenta el visitante, “esta guitarra me la dejaron pagada y nunca regresaron por ella”. Orozco, decía atrás la guitarra. A mí me dijo, tu papá fue muy servicial con mi hermana, a la que le hizo su prótesis sin costo, por eso considero que esta guitarra es para tu padre.

Recomendación a la juventud

Nuestros abuelos, nuestras abuelas, nadie ama lo que no conoce. Cuando los jóvenes comiencen a conocer nuestra cultura, la apreciaran como nuestra cultura. Hay que fortalecer el puente entre el pasado y el presente para que los jóvenes conozcan nuestra cultura, hay que dar a ellos elementos para tener el conocimiento y valorar nuestra cultura. Un espacio que gana la cultura es un lugar que pierde la violencia.

  1. Para mí, el quehacer de las artesanías me trajo dos años extraordinarios, primero en 1987, se me otorgó la mención honorífica del Premio Nacional de la Juventud por el fomento a las artes y a la danza, entregado por el CREA; al año siguiente obtuve el Premio Nacional de la Juventud, en el rubro de arte popular, esta vez lo entregó la Secretaría de Educación Pública (SEP).

El creador del arte popular, artesano tiene piezas en miniatura en la sala tradicional mexica de la Universidad de Chapingo, en el Museo de la Miniatura, en París, Francia, en la Casa de la Cultura de Guanajuato; galería de arte popular de la Casa de la Cultura de Tlaxiaco, Oaxaca; Museo de Arte Popular de San Bartolo, Coyotepec; Museo del Niño de Guadalajara, y el Museo Universitario de Colima María Teresa Pomar; en mi calidad de promotor cultural he estado en Ginebra, Suiza; París, Francia; así como haciendo promoción en Zurich, Suiza.

Hoy, a los 56 años, Joaquín Alberto Vásquez Sánchez (su nombre completo), sigue imparable. Doy gracias que sea parte de tan selecto grupo, ¡en Oaxaca está bien pesada la artesanía popular! La muestra está en el libro de arte Grandes maestros del arte popular de Oaxaca, en el que estoy incluido, en éste se programó haya 100 artesanos, en mi estado natal somos mucho más, sólo se incluyeron 80 oaxaqueños diestros en el arte popular. Y eso que comencé a hacer soldaditos de plomo (ahora de metal mariposa y antimonio, pintados con anilina), miniaturas de personajes prehispánicos, de la Conquista, la Independencia y la Revolución mexicana, a los 16 años.

Asimismo, en la Ciudad de México, el 28 de agosto de 1988, asistí como invitado al homenaje del director de Radio Educación Gabriel López Chiñas, en su segundo aniversario. Organizamos la exposición “Manos que hablan, las de artesano”, con artesanos de todo el país; para ello desde inicios de 1988, convoqué casa por casa, a trabajar a oaxaqueños más de 12 horas, los que se lucieron con sus artesanías. Ese año nació nuestra caravana cultural, que recorre el país y parte del extranjero.

 

*    Muchito es niño en la Mixteca oaxaqueña

** Entre las canciones más conocidas de Álvaro Carrillo se recuerdan “Sabor a mí”, “La mentira” (también conocida como “Se te olvida”), “Un poco más”, “El andariego”, “Luz de luna”, y “Pinotepa”.

 

 

abuelo materno  Agustín Sánchez Mirón (QEPD)

 

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